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DIOS NO PUEDE REVELARSE NI ESCONDERSE

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Soy manso y humilde de corazón.

Evangelio según san Mateo 11, 25-30

      En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
     «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me lo ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
     Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

    En el evangelio de hoy hay tres párrafos bien definidos. El primero se refiere a Dios. El segundo, a la interdependencia total entre Jesús y Dios. El tercero, hace referencia a la relación entre nosotros y Jesús. Los tres manifiestan aspectos esenciales del mensaje de Jesús. Los dos primeros se encuentran también en Lc, pero en el contexto del éxito de los 72 y la intervención del Espíritu que llenó de alegría a Jesús. En la primera comunidad cristiana todos eran personas sencillas, que no podían gloriarse de nada y buscaban ser acogidas y guiadas. ¿Qué hubiera dicho Jesús de la Iglesia después de Constantino?

    “Te doy gracias, Padre, porque…” Lo importante no es la acción de gracias en sí sino el motivo. Jesús no puede afirmar que Dios da a algunos lo que niega a otros. Lo que quiere decir es que, el Dios de Jesús no puede ser aceptado más que por la gente sencilla y sin prejuicios. Los engreídos, los soberbios, los sabios tienen capacidad para crearse su propio Dios. Los “sabios y entendidos” eran los especialistas de la Ley. Su pretendido conocimiento de Dios les daba derecho a sentirse seguros, poseedores de la verdad. No tenían nada que aprender pero eran los únicos que podían enseñar.

    ¿Quiénes eran los sencillos? El “nepios” griego tiene muchos significados, pero todos van en la misma dirección: infantil, niño, menor de edad, incapaz de hablar; y también: tonto, infeliz, ingenuo, débil. No tenía capacidad de razonamientos y le faltaba la mínima preparación para desplegarla. En todos descubrimos la ausencia de cálculo, la falta de doblez o segundas intenciones. Para la élite religiosa, los sencillos eran unos malditos, porque no conocían la Ley, y por lo tanto no podían cumplirla. Los sencillos eran los “sin voz”, “la gente de la tierra”. Según dice el Papa Francisco, los descartados.

    Estas cosas son las experiencias de Dios que Jesús vivió y que nos quiere transmitir. No se trata de conocimiento sino de experiencia profunda. “Todo me lo ha entregado mi Padre…” Ese conocimiento de Dios no es fruto del esfuerzo humano, sino puro don; aunque no se niegue a nadie. El error de nuestra teología, fue creer que conocíamos a Jesús porque conocíamos a Dios; si Jesús era Dios, ya sabíamos lo que era Jesús. El texto nos dice que la única manera de conocer a Dios es aproximarnos a Jesús, pero no por conocimiento sino por haber hecho nuestra la experiencia de Dios que él tuvo.

    Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré. La imagen de yugo se aplicaba a la Ley, que, tal como la imponían los fariseos, era ciertamente insoportable. El hombre desaparecía bajo el peso de más de 600 preceptos y 5.000 prescripciones, además de las tradiciones que eran innumerables y sumían a la gente en la imposibilidad de cumplirlas. Para los fariseos, la Ley era lo único absoluto. Jesús dice lo contrario: “El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”. La principal tarea de Jesús es liberar al hombre de las ataduras religiosas.

    Mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Jesús libera de los yugos y las cargas que oprimen al hombre y le impiden ser él mismo. No propone una vida sin esfuerzo; sería engañar al ser humano que tiene experiencia de las dificultades de la existencia. Sin esfuerzo no hay verdadera vida humana. No es el trabajo exigente lo que malogra una vida, sino los esfuerzos que no llevan a ninguna plenitud. Todo lo que hagamos a favor del hombre se convertirá en felicidad porque traerá plenitud y felicidad.

    Jesús propone un “yugo” pero no de opresión que vaya contra el hombre, sino para desplegar todas sus posibilidades de ser más humano. Jesús quiere ayudar al ser humano a desplegar su ser sin opresiones. El yugo y la carga serían como el peso de las alas para el ave. Claro que las alas tienen su peso, pero si se las quitas, ¿con qué volará? El motor de un avión es una tremenda carga, pero gracias a ese peso el avión vuela. Nuestras limitaciones son las que nos permiten avanzar hacia la meta.

    Lo que acabamos de leer es evangelio (buena noticia). No hemos hecho caso a este mensaje. En cuanto pasaron los primeros siglos de cristianismo, se olvidó totalmente este evangelio, y se recuperó “el sentido común”. Nunca más se ha reconocido que Dios se pueda revelar a la gente sencilla. Es tan sorprendente lo que nos acaba de decir Jesús, que nunca nos lo hemos creído. Dios no comparte con el hombre el conocimiento, sino su misma Vida. Los que no creen en la evolución pueden disfrutar de una buena salud.

    Si Dios se revela a la gente sencilla, ¿Qué cauces encontramos en nuestra institución para que esa revelación sea escuchada? ¿No estamos haciendo el ridículo cuando seguimos siendo guiados por los “sabios y entendidos” que se escuchan más a sí mismos que a Dios? A todos los niveles estamos en manos de expertos. En religión, la dependencia es absoluta, hasta el punto de prohibirnos pensar por nuestra cuenta. Recordad la frase del catecismo: “doctores tiene la Iglesia que os sabrán responder”.

    Jesús no propone una religión menos exigente. Esto sería tergiversar el mensaje. Jesús no quiere saber nada de religiones. Propone una manera de vivir la cercanía de Dios, tal como él la vivió. Esa Vida profunda es la que puede dar sentido a la existencia, tanto del listo como del tonto, tanto del sabio como del ignorante, tanto del rico como del pobre. Todo lo que nos lleve a plenitud, será ligero. Este camino de sencillez no es fácil.

    Los cansados y agobiados eran los que intentaban cumplir la Ley, pero fracasaban en el intento. De esas conciencias atormentadas abusaban los eruditos para someterlos y oprimirlos. Nada ha cambiado desde entonces. Los entendidos de todos los tiempos siguen abusando de los que no lo son y tratando de convencerles de que tienen que hacerles caso en nombre de Dios. Pío IX dijo: “solo hay dos clases de cristianos, los que tienen el derecho de mandar y los que tienen la obligación de obedecer”. Hoy ningún jerarca repetiría esas palabras, pero en la práctica, todos actúan desde esa perspectiva.

    Descubramos en qué medida separamos la fe de la vida, la experiencia del conocimiento, el amor del culto, la conciencia de la moralidad, etc. Los predicadores seguimos imponiendo pesados fardos sobre las espaldas de los fieles. Nuestro anuncio no es liberador. Seguimos confiando más en los conocimientos teológicos, en el cumplimiento de unas normas morales y en la práctica de unos ritos, que en la sencillez de sabernos en Dios. Seguimos proponiendo como meta la “Ley”, no la Vida.

    La gran carencia de nuestra comunidad hoy es la falta de experiencia interior. Pero esa situación nunca se podrá superar insistiendo en la doctrina, condenando a los que se atreven a discrepar de la doctrina oficial o imponiendo documentos que tratan de zanjar cuestiones discutibles. Lo que hay que enseñar a los cristianos es a vivir la experiencia del Dios de Jesús. Solo ahí encontraremos la liberación de toda opresión. Solo teniendo la misma vivencia de Jesús, descubriremos la libertad para ser nosotros mismos.

     

Meditación

Jesús conoce al Dios interior y nos lo puede revelar.
Debemos buscarlo en lo hondo de nuestro ser
y aceptar ese Dios como el único que puede liberarnos.
Todo dios que venga de otra parte será opresor.
Mientras más agobiados nos sintamos,
más necesitamos al Dios de Jesús que es el nuestro.